Los
gestos que hacemos con las manos reflejan muy bien nuestra actitud para con el
interlocutor. Así, exhibir las palmas desde siempre se ha asociado con la verdad, la
honestidad, la lealtad y la deferencia; con el no tener nada que ocultar.
Por
otro lado, las palmas hacia arriba denotan sumisión, subordinación, súplica.
En
una conversación, levantar una o ambas manos y mostrar las palmas en señal de
“alto”, es levantar una barrera defensiva, expresar “por ahí sí que no paso”.
Si además levantamos el dedo índice mostramos intransigencia y deseo de imponer
nuestro punto de vista.
El
apretón de manos.
Los
gestos que realizamos con las manos al hablar o al saludar, son el vestigio que
nos queda de nuestra época de cavernícolas: alzar las manos y enseñarlas para demostrar que no se esconde ningún arma,
que se acerca en son de paz.
Pero
con el apretón de manos también podemos dejar clara una postura de sumisión o
de dominancia si una de las manos queda por encima de la otra, en lugar de
apretarse de perfil. Si alguien nos alarga su mano buscando el saludo, pero lo
hace con las palmas hacia abajo, podemos estar seguros de que nos encontramos
ante alguien dominante; si por el contrario la acerca con la palma hacia arriba,
nos encontraremos ante alguien sumiso.
En
general, ofrecer la mano para saludar es una buena manera de iniciar una
conversación cordial, pero en algunos casos ofrecer la mano también puede ser
contraproducente ya que estamos obligando a nuestro interlocutor a devolver un
saludo a lo mejor en contra de su voluntad. Por ejemplo, si nos dirigimos a
alguien que está trabajando y tiene las manos ocupadas en ese momento, o si nos
acercamos a alguien a quien queremos ofrecer algo sin haber concertado cita
previamente.
Apretones
y apretones…
Existen
muchas maneras de dar un apretón de manos:
- “El guante”, apretar con las dos manos la de nuestro interlocutor. Con este gesto pretendemos infundir confianza y transmitir honestidad, pero al bloquear la mano del otro, el efecto que se consigue es justo el contrario: despertar sospechas. Por eso a este tipo de saludo se le llama el “apretón de manos del político”.
- “La trituradora”: apretar demasiado es síntoma de rudeza, de agresividad; más evidente todavía si además el brazo se mantiene rígido y estirado.
- “El pescado”: abandonar la mano ante la muestra de saludo, dejándola floja. Manifiesta desinterés o cobardía, y da una pobre imagen de nosotros.
Quedarse
en un simple apretón de puntas de manos indica timidez.
En cambio, si quien nos
saluda, además de apretarnos la mano nos agarra con la otra la muñeca, el
antebrazo o incluso sube hasta el hombro, entonces nos estará mostrando un
extra de afectuosidad tanto mayor cuanto mayor es la distancia recorrida.
Pero
cuidado, porque si quien recorre esta distancia es alguien a quien no conocemos
mucho (volvemos al saludo del político) entonces debemos desconfiar de los
motivos de tanto “afecto”.
También hemos de fijarnos en la postura del resto del cuerpo.
La distancia haya entre los interlocutores nos indicará la confianza y el grado de cordialidad entre ambos.
Si esquivan la mirada es que existe tensión entre ellos.
Si
además se aprecia algún giro del tronco o de los piesen en sentido
contrario, deberemos entender que la reunión es obligada y que desean
acabar cuanto antes.
Otros gestos con las manos.
Frotarse las manos es
un gesto que dice muy poco a favor de un vendedor porque, además de
delatar impaciencia, revela claramente que espera beneficiarse de la
transacción.
Entrelazar las manos denota
negatividad. El trato con una persona que se mantiene con las manos
entrelazadas, será tanto más difícil cuanto más altas estén: delante del
cuerpo, apoyadas sobre la mesa o bajas con los brazos alineados con el
cuerpo.
Las manos en ojiva denotan
seguridad, actitud de “saberlo todo” si bien colocadas con las puntas
de los dedos hacia abajo pueden indicar escucha atenta y reflexión.
Usar las manos como apoyo para
la cabeza puede indicar aburrimiento; ansiedad si además nos
mordisqueamos algún dedo; interés si el dedo índice se eleva mientras el
resto de los dedos permanecen cerrados, o desaprobación si además con
ellos ocultamos la boca.
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