El lenguaje corporal: lo que decimos cuando no decimos nada

Hablábamos en el artículo anterior de lo fundamental de saber escuchar para comunicarnos correctamente con los otros, y mencionábamos la importancia de saber interpretar el lenguaje no verbal: los gestos.

Cuando decimos de alguien que es muy intuitivo, en realidad a lo que nos estamos refiriendo es a su capacidad para percibir las claves no verbales de otra persona y compararlas con lo que dice verbalmente.

Por lo general, las mujeres son más perceptivas que los hombres, de ahí la llamada intuición femenina
. Y es que, efectivamente, parece que las mujeres - nuestras esposas, nuestras madres - tienen una habilidad innata para saber cuándo les estamos mintiendo u ocultando algo, cuando estamos sufriendo, cuando estamos preocupados... eso sin olvidar el modo en que una madre se comunica, se entiende con su hijo ya desde que nace.

Según las teorías darwinistas, el origen de esta especial capacidad de la mujer está precisamente en su rol de cuidadora. Darwin demostró que existe un repertorio de expresiones no verbales en la especie humana que son universales, es decir, que todo ser humano emite y puede comprender con independencia del país o cultura de la que proceda y de la educación que reciba. Expresiones algunas que también podemos observar y comprender en otras especies animales, y que desde el origen de los tiempos nos han servido para adaptarnos al medio que nos rodea y luchar por nuestra supervivencia como especie.



Algunos de estos gestos básicos de comunicación son, por ejemplo:


  • La sonrisa, cuando estamos contentos o satisfechos.
  • Inclinar la cabeza hacia adelante cuando queremos decir “sí”. Moverla de un lado a otro cuando queremos decir “no”; de hecho, parece que este gesto lo aprendemos en la infancia: cuando un bebé no quiere comer, aparta la cabeza para rechazar el pecho de la madre o para impedir que se le ponga la cuchara en la boca. A partir de ese momento,  reproduciremos este gesto cada vez que queramos negarnos a hacer algo.
  • Enseñar los dientes para expresar desdén u hostilidad.
  • Encogernos de hombros cuando no entendemos.
  • Cruzarnos de brazos cuando estamos a la defensiva.

Está demostrado también que las señales no verbales nos dicen más acerca de nuestro interlocutor, que las orales. De alguna manera, de forma innata y también de forma aprendida, asumimos que los gestos aportan información más fiable; que los gestos no mienten, que revelan nuestras emociones más íntimas.

Y es que los gestos son involuntarios, nos delatan. Se puede aprender a controlar las expresiones, podemos ser más o menos buenos actores, pero es muy difícil controlar la tensión de los músculos o aquellos pequeños gestos que delatan nerviosismo, temor o antipatía.

Así, por ejemplo, es muy frecuente tocarse la nariz o la barbilla cuando se miente.
¿Por qué ocurre esto? Pues porque al mentir, nuestro cerebro inicialmente ordena a la mano que bloquee la salida de las palabras que contradicen al pensamiento (a la verdad) pero posteriormente da la orden de desbloqueo, de apartar la mano. Como para entonces ya la mano está en movimiento, entonces se emite ese otro gesto sustitutorio. 
El mismo significado tendría, por ejemplo, tirar del cuello de la camisa consecuencia de la sensación de sentirnos en un aprieto o con la soga al cuello.

 ----------------------------------------Os propongo un juego----------------------------------------
Fijaos en nuestros políticos la próxima vez que pongáis las noticias en la tele y cuando no puedan decirnos ninguna verdad que nos haga sonreír, al menos sonreiréis al comprobar que esto es cierto.
También es verdad, por cierto, que algunos son más hábiles que otros y consiguen hacernos creer lo que nos dicen. Paradójicamente, de ellos solemos decir que son “buenos comunicadores”. 
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En posteriores artículos trataremos de analizar e ilustrar más al detalle este vocabulario no verbal, lo que nos ayudará, de paso,  a ser más empáticos y mejorar nuestras habilidades sociales. Comenzamos con…



El poder de la sonrisa.

De entre todos los gestos que emitimos a diario, podemos decir que la sonrisa es nuestra mejor tarjeta de presentación.

Una sonrisa puede transmitir, por supuesto, alegría, pero también complicidad, picardía, sensualidad. También puede transmitir emociones negativas como falsedad o malicia, pero una sonrisa amplia y relajada siempre transmitirá cordialidad y cercanía.

Si la belleza por sí sola no atrae simpatías, e incluso a menudo puede resultar abrumadora, podemos afirmar que es mucho mayor el poder de una sonrisa porque resulta tranquilizadora y nos hace más accesibles.

Porque mientras sonreímos nos olvidamos de nuestros complejos para decir  que estamos cómodos con nuestro cuerpo; que nos conocemos… y que nos queremos.

Y si no, fijaos en esta selección de las mejores sonrisas:

Edward Norton: ¿qué nos quiere decir con esa sonrisa? 
Eva Mendes: no es perfecta, sólo natural
Julia Roberts: la sonrisa de América, sin complejos
Andrés Velencoso: en su caso, corrijo lo de que la belleza por sí sola no atrae simpatías…
Daniel Day Lewis: una sonrisa que derrite

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